Acercando las Partes
Considerada una película política Santa y Andrés (Cuba, 2016) nunca lo quiso ser, o por lo menos no fue la intensión de su director. Él solo quería que sirva de nexo para acercar las dos partes.
Cuba, 1983. Santa es una campesina de treinta años que trabaja en una granja estatal. Andrés es un escritor de cincuenta años que, según el gobierno, es un “homosexual con problemas ideológicos”. Son completamente opuestos; no se supone que simpaticen, pero lo que ellos no saben es que tienen muchas cosas en común y muy pocas que los diferencian.
EL Proceso
Una película difícil para el director Carlos Lechuga, que, a pesar de tener el apoyo del gobierno, posteriormente fue censurada en el Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano. En su relato, muestra algunas falencias del régimen, pero no desde la grandilocuencia, sino que se va a la mínima expresión: la relación de dos personas. Ambos, víctimas de la persecución, violencia institucional y discriminación.
Eduardo Martínez, el actor que interpreta a Andrés, en un principio es Delfín Prats, pero para respetar la figura del escritor se decidió hacer un personaje que represente a los artistas cubanos de la época como René Ariza, Reinaldo Arenas, Guillermo Rosales, Eddy Campa y varios más, incluido Prats.
El film aparte del aspecto político, habla sobre las relaciones personales, la falta de amor y amistad están presentes en nuestros protagonistas. En una reciente entrevista en On Cuba Magazine, Lechuga dijo: “Santa y Andrés es una película que habla de la posibilidad de encuentro entre personas diferentes. Habla de la superioridad que tiene la amistad y el arte en comparación con la política, las ideologías, o los gustos sexuales.”
La Mirada
Excelentes actuaciones por parte de Lola Amores (Santa) y Eduardo Martinez (Andrés), un gran trabajo de investigación por parte de Carlos Lechuga sobre los escritores de la época y una construcción genial de un personaje representativo. Una película que suma mucho valor, al no ser la visión de un extranjero, sino una mirada autocrítica a su sociedad.
Considerada una película política Santa y Andrés (Cuba, 2016) nunca lo quiso ser, o por lo menos no fue la intensión de su director. Él solo quería que sirva de nexo para acercar las dos partes.
Cuba, 1983. Santa es una campesina de treinta años que trabaja en una granja estatal. Andrés es un escritor de cincuenta años que, según el gobierno, es un “homosexual con problemas ideológicos”. Son completamente opuestos; no se supone que simpaticen, pero lo que ellos no saben es que tienen muchas cosas en común y muy pocas que los diferencian.
EL Proceso
Una película difícil para el director Carlos Lechuga, que, a pesar de tener el apoyo del gobierno, posteriormente fue censurada en el Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano. En su relato, muestra algunas falencias del régimen, pero no desde la grandilocuencia, sino que se va a la mínima expresión: la relación de dos personas. Ambos, víctimas de la persecución, violencia institucional y discriminación.
Eduardo Martínez, el actor que interpreta a Andrés, en un principio es Delfín Prats, pero para respetar la figura del escritor se decidió hacer un personaje que represente a los artistas cubanos de la época como René Ariza, Reinaldo Arenas, Guillermo Rosales, Eddy Campa y varios más, incluido Prats.
El film aparte del aspecto político, habla sobre las relaciones personales, la falta de amor y amistad están presentes en nuestros protagonistas. En una reciente entrevista en On Cuba Magazine, Lechuga dijo: “Santa y Andrés es una película que habla de la posibilidad de encuentro entre personas diferentes. Habla de la superioridad que tiene la amistad y el arte en comparación con la política, las ideologías, o los gustos sexuales.”
La Mirada
Excelentes actuaciones por parte de Lola Amores (Santa) y Eduardo Martinez (Andrés), un gran trabajo de investigación por parte de Carlos Lechuga sobre los escritores de la época y una construcción genial de un personaje representativo. Una película que suma mucho valor, al no ser la visión de un extranjero, sino una mirada autocrítica a su sociedad.
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